Escrúpulos en el crepúsculo del nuevo día.
Un oso gris jugaba en el desierto, abrazaba al viento perdido y al rocio eterno sobre las flores que ya no se marchitan.
Más alla, las víboras tagantes sin cola en la cueva gris llena de buhos y las mujeres bailaban alrededor del fuego.
Mientras los hechiceros de la tribu jugaban en la luna, con la luna y los prisioneros del sol aman la vida.
Juego con pirañas que deja la marea.
No hay nadie alrededor para dar fe que el fuego de ellas no me quema.
Y puedo jugar una vez más mañana y el siglo que comienza.
H.C.
sábado, 28 de mayo de 2011
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